Yosef Veira
Cuando te presentas a alguien, generalmente espera una respuesta que no es la adecuada. Solemos contestar mencionando nuestra profesión o afición. Sin embargo, eso no es lo que somos, si no lo que hacemos. Es aún más complicado cuando, como yo, se han realizado muchas cosas diferentes, algo que dificulta aún más la presentación estándar.
Si bien creo que aporta muy poco a mi función de docente de kabaláh, diré que he tenido una vida profesional dedicada al arte: pintura, ilustración, diseño gráfico, diseño digital, diseño publicitario, creatividad publicitaria, animación 2D y 3D, creación audiovisual, etc, etc.
También soy profesor de artes marciales y músico compositor/intérprete de blues, bluegrass, country, etc. Si bien eso forma parte de mí, son lo que hago y parte de lo que soy, son la expresión de lo que soy en realidad. Es el brillo de la vela, no la vela.
Lo que soy, que podría definirse, quizás de forma reduccionista y para algunos algo vaga, como un Alma intentando cumplir el propósito, es lo que realmente me ha llevado por los tortuosos caminos del conocimiento místico hasta topar con la kabaláh, cosa que jamás podré agradecer lo suficiente.
Con intensas inquietudes espirituales desde niño, podría decirse que comencé a formarme a los dieciocho años en una escuela ocultista y que, ya a los veintiuno había adquirido el conocimiento para que se me permitiera dar conferencias sobre diferentes temas al público general.
A partir de ahí experimenté con diversas expresiones religiosas, esotéricas y filosóficas. Sería muy largo de enumerar mi itinerario. Todo lo que emprendí, traté de hacerlo en profundidad, para poder ver lo que dicha escuela o religión era capaz de ofrecerme.
Al final de un largo y angustioso periplo, lleno de anécdotas buenas y de las no tan buenas, la kabaláh me fue asignada y, desde entonces, una especie de acelerador de partículas internas desencadenó una secuencia de hechos portentosos, dramáticos a veces, inefables otras.
Un buen día, a regañadientes y empujado por fuerzas más allá de mi control, asumí el desafío de escribir mi primer libro, que significó también un escalón iniciático en mi persona. De pronto me había convertido en escritor. Algo que siempre me gustó ya que me dediqué a la poesía y al relato corto durante años.
Autodidacta sin complejos, experimento todo lo que puedo la Luz, tanto en su versión teórica —de mano de grandes maestros—, como en su versión práctica —de la mano de las Fuerzas del Cielo.
Pero si tuviese que decir algo que hago y que soy al mismo tiempo, es ésto: enseñar. Enseñar lo es todo para mí.
Es compartir, es amar y es sacrificar. Pero también es aprender, es rectificar, dignificar el propio sufrimiento al capitalizarlo en una sonrisa, en un consuelo o en proporcionarle a una herramienta a otra persona y eso haga el difícil camino de la Vida, mucho más llevadero.
Soy aprender enseñando. Soy enseñar aprendiendo.