ESCRITO POR FRANCISCO MARCHETTI [profesor de la Escuela de Cábala].
Albert Einstein, en una conferencia en Ámsterdam en el año 1934 sobre El problema del espacio, el éter y el campo en la física, comienza diciendo lo siguiente:
«El pensamiento científico es consecuencia de un desarrollo del pensamiento precientífico (…)».
El pensamiento de los presocráticos iluminó el camino al pensamiento científico actual. Pero, antes, fueron los místicos y los teólogos los que allanaron el camino a las más variadas formas del conocimiento actual.
La palabra «ciencia» proviene del latín scientia, que significa ‘conocimiento’. La palabra «ciencia» incluye todo conocimiento sistemáticamente organizado. Por eso un científico es el que conoce las cosas y presenta su conocimiento en una forma ordenada.
No cabe duda de que la cábala, una de las filiaciones más legitimas de la ciencia actual, es una metodológica rigurosa y perfectamente ordenada, cuya analogía con la biología molecular queda perfectamente demostrada.
Mi hipótesis se funda en que lo no manifiesto es un constante fluir hacia lo manifestado o, dicho de otro modo, de la infinitud (Ein Sof) a la finitud (Asiyah – Maljut) y solo desde una visión conjunta entre cábala, biología molecular y física cuántica se puede lograr una clara (ἐπιστήμη) epistemología.
El Hacedor de Estrellas, como lo llamó Olaf Stapledon, sabía lo que deseaba hacer. A partir de un intenso amor (poderosa energía), deseó manifestar su pluripotencialidad, su voluntad de vivir en la cotidianeidad del mundo, recurriendo, para ello, a procesos interconectados por canales de flujos de energía.
Todo proceso biológico es un proceso de energía tendiente a formar estructuras materiales a partir de lo inmaterial. Dice el Dr. Mario Sabán que «todas las manifestaciones de la energía (el Ein Sof de la cábala), hasta llegar a su última manifestación, el universo, no pueden entenderse como entes físicos, sino como energías que pueden ser visualizadas dentro de nuestra última y más densa manifestación en la materia. La materia como manifestación final de la energía o del espíritu».
Es en este preciso punto donde ciencia y mística se encuentran, donde energía y materia se expresan como Esencia y Ser del mundo. Esto lo tuvo muy en claro Albert Einstein, que además de ser un físico teórico fue un verdadero místico, cuyos experimentos fueron todos mentales.
Tanto la biología como el Árbol de la Vida nos permiten abrir las puertas a los misterios de la creación. Muchos episodios del Antiguo y Nuevo Testamento, como también principios de física cuántica y de biología molecular, pueden ser interpretados, no solo desde la ciencia, sino también desde la mística, donde se encuentran muy bien resguardados. Esta visión de aunar cábala y biología nos lleva a una síntesis entre ciencia y metafísica, lo que nos permite demostrar la hipótesis de la existencia de un «plan divino» en la creación.
Estoy convencido de que la mejor manera de abordar el tema es desde una episteme que tenga como punto de partida la Teoría de la Correspondencia de Emanuel Swedenborg entre el Árbol de la Vida y la biología molecular en el proceso de gestación embrionaria.
Esta dimensión biológica es un complejo proceso que comienza con la formación de un organismo vivo a partir de un cigoto o célula, resultante de la unión de dos gametos (o células sexuales), el llamado «matrimonio o copulación alquímica» de los alquimistas de la Edad Media.
Las correspondencias y analogías no solo facilitan el lenguaje verbal, sino también el simbólico. Gracias a este lenguaje de complementación, concordancia, equivalencia o simetría, que se establece entre biología, cuántica y mística judía, podemos lograr un mejor entendimiento de los paradigmas científicos y metafísicos.
Aquí es donde aparece mi colega, el “científico ortodoxo”, que se opone a esta visión, pero llegado el momento de explicar sus teorías cede y claudica ante la necesidad de recurrir a las correspondencias, a las metáforas, a las paradojas, a las parábolas y a las analogías para explicar la estructura atómica o qué es la energía, qué es una molécula o por qué una célula nerviosa es tan diferente de las otras; o explicar qué es la conciencia, el alma, el espíritu, entre otras cosas.
Ningún discurso coloquial o científico puede permanecer ajeno a este sistema de correspondencias o analogías. Así, en medicina se habla de células asesinas naturales o células killer, células linfocitarias que forman parte del sistema inmunológico; o del callejón de los enamorados, las trompas de Falopio, donde se une el espermatooide con el óvulo, y así podríamos mencionar múltiples ejemplos en cualquier otra rama de la ciencia.
La ciencia no es indiferente ni desestima las metáforas y las analogías, a las que recurre y utiliza con frecuencia. Es por ello que mis trabajos de investigación en este tema parten del estudio de realidades biológicas (cuánticas) y de ahí se encamine a establecer sus analogías con la mística judía (la cábala hebrea) como camino de apertura a un conocimiento verdadero, sin prejuicios de ninguna índole y comprometido siempre con el pensamiento crítico.
©Francisco Marchetti
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Los senderos cuánticos de la cábala hebrea
La analogía entre las dimensiones sefiróticas, la biología molecular y la física de partículas nos ayudará a comprender la profunda relación que existe entre mística y ciencia.