ESCRITO POR IRIS PRODAN [profesora de la Escuela de Cábala].
«“¿Dónde está la sabiduría?” Pregunta el discípulo.
El maestro responde: “En los ojos, en el corazón y en las manos”.
O sea, en el pensamiento, en el sentimiento y en la acción.»
IONE SZALAY
La cábala nos llama a integrar estas tres dimensiones (pensamiento, sentimiento y acción), a que haya una coherencia entre ellas, ya que me lleva a manifestar lo que soy.
¿Soy lo que pienso? ¿Soy lo que siento? ¿Soy lo que hago? ¿Vibran en la misma sintonía? ¿Cómo se manifiesta lo que soy?
Según la cábala, vivimos en el mundo de Asiá, el mundo de la materia, por lo que la acción cobra mucha importancia.
Entonces, aquello que hago muestra no solo el acto, sino también lo que lo provoca, que es siempre lo que lo antecede: el pensamiento y la emoción. Si estos no están conectados, hay siempre una fragmentación interna, que tal vez no distingo. Por lo tanto, observando aquello que hago, podría inferir todo lo demás.
Para este trabajo, el Árbol de la Vida funciona como un mapa que representa el alma individual en correspondencia con el alma universal. Como símbolo, activa la conciencia de revelación, dejando ver aquello universal que se oculta en lo particular.
El trabajo con el Árbol de la Vida permite recorrer cada una de sus dimensiones constatando en qué estado se encuentran en uno y qué nivel de desequilibrio manifiestan. Cuando registro las klipot, que podemos entender como nuestros desequilibrios, puedo empezar el camino de la corrección. Todo esto sucede en esta dimensión de la materia, el mundo de Asiá.
Entrenamiento vivencial con el Árbol de la Vida
Este entrenamiento propone un trabajo personal de autoconocimiento a través del Árbol de la Vida. Trabajaremos en las diez dimensiones (sefirot) del Árbol de la Vida, con consignas específicas para revelar sus desequilibrios y abrirnos el camino de la corrección.
Por ello es tan importante mi accionar, que es la manifestación del descenso de la luz hacia la materia. Cuando vamos observando y trabajando en cada sefirá, usamos como herramienta fundamental la pregunta. Van surgiendo distintas de acuerdo a las características de cada sefirá.
Los interrogantes serán nuestros guías en este camino de revelación: ¿Cuál es mi percepción y qué distorsión conlleva?
Tanto los interrogantes como sus respuestas son revelaciones, en tanto que vamos rompiendo las cáscaras que ocultan la luz que hay en su interior. Ver la luz en su interior revela el bien que hay en todo mal, produce un cambio de percepción que tiene un efecto transformador de nuestra realidad.
Es el comienzo de otra manifestación de Asiá, y lo que vemos expresado en esta dimensión de la materia genera efectos instantáneos en otros niveles de consciencia. La luz que desciende como creación debe elevarse como evolución y volver a descender como manifestación. Así es como expresamos lo que somos, sentimos y pensamos.
El trabajo sobre el Árbol de la Vida permite tomar consciencia de que nuestro accionar se produce en una simultaneidad de dimensiones, es decir, que estamos interactuando con distintos universos (olamot) al mismo tiempo, y esto genera como consecuencia una consciencia de unidad o Daat (conocimiento).
Nuestro quehacer tiene un efecto directo en el mundo que nos rodea. Somos una red de energías que conforma una totalidad. En cuanto uno de los hilos de la red se mueve, hace vibrar al resto.
La conexión directa con el Árbol de la Vida y sus sefirot evoca en nosotros la información que cada una de ellas contiene y que vamos descubriendo por resonancia en nosotros. Solo hay que dejar que se abra ese canal de conexión.
Podemos enfocarnos en sus distintas cualidades, ya que cada sefirá representa una parte del cuerpo, un planeta y características emocionales y mentales que podemos observar en nosotros mismos. Por lo tanto, también podemos decir que reverbera en los distintos niveles del alma: Nefesh, que está en el cuerpo; Rúaj, en la psique; y la Neshamá, que trae el sentido de nuestra encarnación. A partir de esa observación, podemos tomar consciencia del estado de esa sefirá en nuestro sistema.
Como conclusión, podríamos aseverar que el resultado de este trabajo con el Árbol de la Vida –que requiere de una combinación de esfuerzo personal y gracia divina– no solo conlleva un beneficio propio, sino que, como dijimos anteriormente, el efecto de los cambios en mi vibración cambia la vibración de todo mi entorno y en las diferentes dimensiones, lo que nos vuelve a conectar con la consciencia de unidad.
©Iris Prodan
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Entrenamiento vivencial con el Árbol de la Vida
Este entrenamiento propone un trabajo personal de autoconocimiento a través del Árbol de la Vida. Trabajaremos en las diez dimensiones (sefirot) del Árbol de la Vida, con consignas específicas para revelar sus desequilibrios y abrirnos el camino de la corrección.